lunes, 21 de octubre de 2013

La lucha incansable nunca es lucha perdida

A diario podemos comprobar como somos difamados, perseguidos y combatidos desde una falsa moralidad, que, con el paso del tiempo han logrado incrustar en lo más profundo de nuestras sociedades. Nada nuevo, hablo de lo que muchos sufrimos, pero no tantos reflexionamos. Hablo de no caer en la resignación ni el descontento, de no ceder ni un ápice en la lucha más importante de todas las que libramos, la lucha contra sus enormes muros.
Es complicado hacer llegar un mensaje a tu entorno, a tu gente y a tus vecinos, si el control mental de todos ellos se gestiona a unos niveles en los que nunca debió caer. Un control totalmente organizado y  francamente, muy difícil de destruir. Más, cuando a diario se bombardea al ciudadano con falsas premisas, falsos valores y falsas conclusiones. Y es que no hay peor enemigo para la verdad que una mentira gobernante y dominante, en un mundo en el que comprobamos que la gran mayoría de la población no es dueña de si misma, de su propia ética y, por tanto, se le ha suprimido toda capacidad de respuesta o análisis crítico hacia la sociedad con la que nos ha tocado lidiar. Un mundo que podemos considerar totalmente decadente en cuanto a que todo lo que lo mueve es un tejido artificial y falso. Tejido que se gesta desde muchos frentes que, siendo realistas, no podemos combatir cara a cara; frentes que se escapan de nuestras reflexiones, de nuestras capacidades y de nuestras intenciones personales y políticas. 
Es una evidencia en que pensamos cuando hablamos de ello: una falsa democracia de gobiernos que no gobiernan, si no que por el contrario, anulan cualquier capacidad gubernativa del individuo y como consecuencia, del conjunto social; y medios de (des)comunicación que se encargan, bien de tapar los enormes puntos negros, o bien de expandir una y otra vez las falsas premisas de sus amos, cada cual incasable pareja de baile de su falso ideario. Por ello es bastante complicado hoy en día informarse con una verdadera y sana motivación personal sin acabar asqueado hasta puntos que llegan a minar la paciencia de  cualquier inconformista. Da igual que camino escojas, da igual si te decantas por la radio, la prensa o la televisión salvo contadas y virtuosas excepciones, que, paradójicamente, son medios marginados por ser verdaderamente libres, asegurándose así de que no sean un peligro para conseguir romper ese entramado de mentiras y medias verdades.
Por tanto luchamos contra un monstruo de dimensiones que nunca llegamos a delimitar con exactitud, porque a cada día que pasa nos podemos dar cuenta de ‘una más’, sin dejar nunca de sorprendernos negativamente. Un monstruo que tiene muchísima ventaja y que a cada minuto que pasa va destruyendo incansablemente los verdaderos valores sociales, europeos, e históricos que se han forjado durante tantos siglos, destruyendo la moralidad libertaria e individual para sustituirla por una global y artificial que es el pilar para avanzar a pasos agigantados hacia ese mundo globalizado y totalmente decadente, eso si, siempre bajo la falsa bandera de ‘la modernidad’, como si dicha cualidad fuese exclusividad de sus modelos organizativos muy propios del sionismo más extremo.
Por ello, nosotros, los supuestos enemigos de las libertades, que paradójicamente luchamos por recuperarlas, tenemos que estar más unidos y con más fuerza que nunca, con cada una de nuestras motivaciones intactas. Porque en un momento como el actual, de paso claro hacia un mundo vomitivo, sería una irresponsabilidad ceder en nuestra lucha, porque la verdad nunca será una causa perdida mientras sigamos siendo seres humanos. 
Nadie nos puede garantizar la victoria, ni explicar como será de llegar a conseguirla, pero lo que si podemos garantizar nosotros es que cada noche nos acostaremos con la sensación de tener los deberes cumplidos, desde pequeños detalles hasta grandes cosas, porque todo suma y todo vale. Somos las últimas generaciones que sobreviven a lo que se avecina, por ello debemos ser guardianes de la libertad y el último grito de esperanza.
Fuente: El Occidental